martes, 10 de febrero de 2009

CUENTOS

DESDE LAS SOMBRAS

"Para vencer el miedo hay que regresar a la fuente que lo origina"
Janet Dailey



I

Las sombras asomaban por todas partes. Desde las ventanas hasta los postigos se escurrían y avanzaban. Nos encontrábamos frente a la casa resistiéndonos al ingreso como recluso inocente a la celda de castigo. Era hora de entrar. Mamá cruzó el umbral en silencio.

La habitación principal, una pequeña sala comedor y la escalera de madera que daba paso a la segunda planta: planicie coronada de azotea y palomar. En el pequeño patio, la cocina y un cuarto auxiliar. Más allá, el retrete en su modesto pedestal de cemento, que amparado con una puerta de zinc y madera constituía el baño. Nada sabía entonces y nada sé ahora.

II

La casa, iluminada entre mis sueños, se hacía oro cada noche y mis manos al despertar parecían retener su fulgor.

III

Otro día de escuela y las ansias del conquistado tesoro. Monedas de diez centavos para acercar la dicha del pirulito, dulce de lejano sabor a menta y anís.

-¿De dónde sacas tantas monedas?-preguntó Emmanuel, el tendero
Por respuesta, una rápida huida. La ruta era camino conocido: doblando a la izquierda, en la bocacalle, estaba la casa con su arquitectura desgastada y sórdida.

Ese día, Mitchel, mi hermano, hizo de las suyas. Yo corría despavorida mientras un estruendo de zapatos, rodando por la escalera, me seguía. Él, no contento con el pánico que me provocaba, con sus sonrientes ojos pardos y la melena alborotada, intentaba atraparme. Mamá pedaleaba su máquina Singer sin prestarnos atención. Cuando pude escapar, subí al palomar y desde la azotea vi la limpia calle y en el patio vecino, una monja que canturreaba una melodía popular sin advertir mi presencia. paseé la mirada y las nubes detenidas me daban la sensación de encontrarme en un desierto. Tal vez por eso las palomas abandonaron la casa.

IV

Mamá se lamentaba de su artritis.
-He ido al patio-le dije- y encontré, como siempre, moneditas de diez centavos
-Se le habrá caído a alguien-respondió y siguió preparando el café de la mañana, mientras rezaba en alta voz.


No perdí tiempo, corrí hacia la tienda.
¿A dónde vas? -preguntó al verme salir.
-A la tienda de Emmanuel-grité

Al regresar me sorprendió encontrar al padre Lucas esparciendo agua bendita por todos los rincones. pronto recordé que era día del Sagrado Corazón y cada año mamá le pedía bendecir la casa. El bonachón franciscano rezaba en baja voz, deteniéndose a ratos ante una imagen del Santísimo. Mi madre, tras él, en el vaivén de un incensario, se santiguaba constantemente. Mis hermanos, reverenciosos. Yo seguía con la mirada cada movimiento del viejo sacerdote, quien al despedirse puso en mi cuello un escapulario del Sagrado Corazón.

V

Hurgué en el cuarto auxiliar donde se guardaba la ropa sin planchar y las prendas en desuso. Mi mirada se perdió entre las imagenes de santos y virgenes, el altar a José Gregorio Hernández y las destruidas fotografías de los abuelos. Tomé la camisa y un pantalón raído de mi padre. Me vestí con ellas y salí al encuentro de mamá. La observé larga y extrañamente con una mirada ajena. Ella me miró de soslayo, sonrió a medias y prosiguió en su cotidiano oficio de costurera.

VI

Oscurecía. El fluído eléctrico falló nuevamente. Impusieron su fiesta las velas. Rose contó historias de espanto y al dormir el terror me invadió. Otra vez el sueño. El mismo sueño. El oscuro rincón se iluminó como tantas veces y me envolvió en un profundo torbellino.

Por la mañana, la casa se llenó de voces. Todos al colegio, y el regaño de mamá se interrumpió ante la llegada del señor Juan, nuestro arrendador. Ella fue hasta su máquina Singer y extrajo de la gaveta unos billetes que entregó al visitante. El extendió un recibo, diciendo como siempre: "Muy cumplida". En tropel, salimos sin cerrar la puerta. Se haría tarde para entrar a clases.

VII

-Es vieja la casa-me dije parada frente a ella.
Las sombras se la iban tragando y la hacían grande, espaciando sus rincones. Alguien parecía observar desde las ventanas de arriba. Al ingresar, la escalera crujió y se escucharon ruidos. El tecleo incesante de una máquina de escribir, también el rodar de norias, risas, llantos al unísono y algún leve susurrar. Mamá nada escuchó, atareada como estaba en sus costuras. Nadie más había en casa.

Un vértigo inundó mis ojos. Las paredes me hacían mofa y a punto estuve de caer. Recobré de manera rápida el sentido, cuando a la mente vinieron las palabras de mi madre: "los soldados deben ser más grandes que los monstruos".

Esa noche, la electricidad volvió a fallar. Papá volvió, acudiendo al llamado de mi madre. Dormí entre el abrigo de papá y mamá, al abandono de mi propioa cama. La casa se hacía pequeña, era un punto diminuto en un haz de luz y en caída constante...sin toncar fondo, sin asidero cierto. Era el sueño. El rincón iluminado y al despertar, en el puño, el extraño fulgor.

-¿Y dónde está la mesa?-pregunté a mamá.
Hablaba de aquella mesa trípode que encontramos en la casa, justo en el sitio que iluminaban mis sueños.

-Vinieron por ella, después de tanto tiempo-dijo, restándole importancia, mientras viajaban entre sus dedos las perlas del relicario con que se levantaba cada mañana.

VIII

Han pasado 30 años. Volví. La casa totalmente destruida. Nadie la babitaba. La observé largamente. Me acerqué, pisé el porche y entre la maleza vi el recorte de una vieja fotografía. La misma casa gozando de un gran esplendor. Un anciano, de lejano parecido al señor Juan, con gesto adusto, aparecía junto a ella, y en la parte superior, entre las ventanas, un rótulo anunciaba: "Tipografía". Extraje de la cartera el viejo escapulario y lo lancé al aire. Me alejé con prisa. Allguien, me parecía, observaba desde una de las ventanas de arriba. Seguí alejándome con la fuerza de esa mirada pegada a mis espaldas. La casa se hacía un recuerdo.

Publicado por: Ministerio de Cultura, et. al.
ESTE VERDE PAÍS: Cuentos Colombianos
Cuadernos de Renata No. 2 año 2008

1 comentario:

ADELAG. dijo...

HOLA BETSY.
TE FELICITO POT TU ACTIVIDAD CULTURAL.
TE ACUERDAS DE MI?
UN ABRAZO INMENSO COMO TU MAR DE AZULES.
ADELA GUERRERO COLLAZOS.
aldea2040@hotmail.com

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